domingo, 10 de junio de 2012

EL RAPTO DE PROSERPINA

EL RAPTO DE PROSERPINA


El poderoso Júpiter había decidido el rapto de bienes, y mientras él reinaba en los dominios celestiales; dispuso que sus hermanos: Neptuno habitara en las profundidades del mar y Plutón, rigiera el infierno bajo la corteza de la Tierra. 
Plutón vivía malhumorado porque le había tocado la peor parte, donde ninguna diosa, ninfa o mujer hubiera querido compartir con él tan oscuro encierro donde vivía desdichado y solitario.
De tanto en tanto Plutón salía de su lóbrega mansión, en una carreta tirada por dos corceles negros, a deleitar sus ojos con las maravillas que la naturaleza ofrecía sobre la superficie de laTierra. En una de esas excursiones vio a una hermosa joven, era Proserpina que con sus amigas las ninfas, gustaban correr por la campiña donde la buena estación permanece todo el año.
Pensó Plutón que aquella muchacha tan hermosa alegraría las negras sombras de su morada. Sigilosamente bajó de su carro la tomó por sorpresa con sus fuertes brazos y escapó con ella. Proserpina dio un grito desesperado, pero sus amigas, que corrieron al oírla, sólo alcanzaron a ver flotar su vestido blanco. En tanto, el dios de las tinieblas se hundía en las entrañas de laTierra.
Sicilia entera, la isla donde ocurrieron estos hechos, quedó sumida en la tristeza y todos lloraron la ausencia de Proserpina. Quien más sufría era la diosa Ceres, su madre, que en vano recorrió toda la Tierra buscándola a gritos.
Júpiter, el padre de Proserpina, que desde hacía un tiempo extrañaba la presencia de su esposa Ceres en las reuniones de los dioses del Olimpo, envió a una mensajera a buscada. Pero ella se negó a ir porque su dolor de madre era inmenso. En ese momento intervino la ninfa Aretusa para avisar a Ceres, que su hija había sido raptada por Plutón.
Júpiter sintió compasión por la desdicha de Ceres, a la que amaba tanto y dispuso que su mensajero Mercurio, bajara a las entrañas de la Tierra para ordenar a Plutón que devolviera a la joven. Una condición impuso el rey del Olimpo: que Proserpina no hubiera comido un solo fruto en la morada de su esposo.
Mercurio partió a cumplir su misión y luego de explicar a Plutón las razones de su presencia en el infierno; éste, entristecido acató la voluntad de Júpiter.
Montaron los tres en el carro de los negros caballos y salieron a la superficie de la Tierra. Cuando el carro corría veloz entre las tinieblas, y al pasar junto al único árbol que crecía en aquella morada, Proserpina tendió la mano y arrancó una granada cuyos granos rojos mordisqueó.
Madre e hija se abrazaron llenas de felicidad; luego ambas se sintieron perdidas, cuando Ceres preguntó a su hija si había comido algún fruto durante su estada en el reino de Plutón. Recordó haber probado el fruto del granado.
Como Júpiter no podía permitir que su querida Ceres volviera a padecer y como tenía su palabra dada, dispuso que Proserpina viviera seis meses con su esposo bajo tierra y seis meses con su madre en la superficie.
Por ello es que, cuando la joven sube a la tierra, se hermosea la naturaleza, en tanto que pierde toda su gala cuando ella regresa al reino de su esposo.


En esta excepcional escultura realizada entre 1621 y 1622 por el genial Gian Lorenzo Bernini para Scipione Borghese podemos apreciar el contraposto de las figuras, ambas en scorzo y el juego de luces y sombras conseguido por Bernini totalmente acordes al gusto barroco. Sorprende aún hoy la excelente técnica de Bernini que pule el mármol de forma que se aprecia perfectamente los dedos de Plutón sobre la frágil piel de Perséfone.
La intención de Bernini era representar en una misma escultura tres momentos diferentes del mito de Perséfone según giramos a su alrededor, provocando una interacción con el espectador y haciéndole así partícipe de su obra. Bernini fue capaz de continuar la sensualidad y elegancia propias del Renacimiento y al mismo tiempo dotar a sus esculturas del movimiento, de fuerza y de expresión características del Barroco.
Actualmente podemos apreciarla en la Galería Borghese, en Roma.

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